IVAN VALAREZO
2007-03-25 06:14:25 UTC
Sábado, 24 de marzo, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica
(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)
ORAR ES PODER
Ese problema que te aflige tanto día y noche, quizás sólo
necesitas hacer una oración simple al SEÑOR, en el nombre del
Señor Jesucristo, para que se desaparezca o se resuelva ya, o
lo más pronto posible. Y si es así, entonces ¿por qué esperas
más?
La oración es el poder de tu vida, que quizás aun tú no
conoces, mi estimado hermano y mi estimada hermana, por falta
del conocimiento de la verdad y de la justicia infinita de tu
Dios y Fundador de tu vida eterna, nuestro Padre Celestial, ¡
el Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera! Y en esta
hora, una vez más, como de costumbre, los poderes
sobrenaturales de la oración, con sus muchos milagros,
maravillas y prodigios para cambiar e enriquecer tu vida se
acerca a ti, como nunca antes.
Como quien dice, por ejemplo: Ésta quizás sea tu última
oportunidad, para hablar con tu Dios y salvador de tu alma
eterna antes que entres a la eternidad, ciego y aun con tus
pecados en tu vida. Y nuestro Dios no desea que tu alma se
pierda en las profundas tinieblas de tu pecado, en el bajo
mundo de los muertos, como el infierno o el lago de fuego,
por ejemplo, en el más allá, sino todo lo contrario.
Es por eso, que nuestro Dios se acerca a ti una vez más, para
bien eterno de tu alma, por el poder de la oración antigua de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Se acerca a ti el poder
de la oración del cielo y de Jesucristo, para ayudarte a
encontrar esas muchas bendiciones de la tierra y del cielo
que necesitas hoy mismo, como ya, en tu vida, para servirle a
tu Dios y ser feliz, eternamente y para siempre, en tu nueva
eternidad venidera.
En vista de que, la nueva era de Dios y de su eternidad
infinita se acercan a ti y a la humanidad entera, como en un
segundo, aunque no lo veas ni lo entiendas así, mi estimado
hermano y mi estimada hermana. Porque el Señor Jesucristo les
decía a las gentes de Israel: arrepiéntanse de sus pecados,
ya que el reino de los cielos se ha acercado a todos ustedes,
en todos los lugares de la tierra, si tan sólo creen en su
Dios y en todas las cosas que está haciendo por sus vidas, en
el cielo y en Israel, también.
Y si tú no has orado, en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo, entonces muchas cosas gloriosas y eternamente
santas para tu vida jamás descenderán del cielo a ti ni a los
tuyos, tampoco, por falta de tu conocimiento a la oración de
Dios y de su Jesucristo. Y nuestro Padre Celestial no desea
que tú pierdas ninguna de tus muchas bendiciones del cielo y
de la tierra, llenas de vida y de alegría infinita para tu
corazón y para tu alma viviente, que realmente son para ti,
pero solo en la oración hecha a Él, tu Dios y Creador de tu
vida, en el nombre del Señor Jesucristo. Ya que, la oración
es parte integral de tu corazón y de tu espíritu humano, en
la tierra y para la eternidad.
Una oración que salga del corazón del hombre hacia Dios en el
cielo, sin el nombre del Señor Jesucristo, entonces no es una
oraron de verdad o que tenga poder alguno, sino otra cosa,
que no sirve para nada. Sin embargo, desde ese mismo corazón
del hombre, que salga una oración hacia Dios, en el nombre
del Señor Jesucristo, entonces vale mucho y puede cambiar
muchas cosas en su vida y en la vida de los demás, también,
en la tierra y en el paraíso. Porque realmente hay poder
sobrenatural, en la oración y en el nombre del Señor
Jesucristo para Dios y para la humanidad entera.
Porque la oración que sale del corazón del hombre hacia su
Creador, en el nombre del Señor Jesucristo, entonces puede
hacer que la mano de Dios se mueva a su favor y hasta para el
favor de otros, en todos los lugares de la tierra, sin jamás
hacer excepción de persona alguna. Porque para Dios no hay
limite alguno, lo que la oración hecha a Él, en el nombre
sagrado de su Hijo amado, pueda realmente hacer, por el bien
del hombre y de los suyos, en sus tierras y lejos de ellas,
también. En realidad, la oración hecha en el Señor Jesucristo
para Dios, desde nuestro corazón tiene vida, vida para
alcanzar muchas bendiciones de las que están muy altas en el
cielo y bajarlas a nuestras vidas de hoy en día, para que nos
edifiquen día y noche y por siempre.
Es por eso, que la oración de Dios, hecha en el nombre del
Señor Jesucristo, ha traído siempre bendición tras bendición,
milagro tras milagro, maravillas tras maravillas, para
cambiar e enriquecer la vida del hombre, en todos los lugares
de la tierra, para gloria y honra infinita de nuestro Dios
que está en los cielos. Porque ha sido la oración hecha en el
nombre del Señor Jesucristo que ha perdonado pecados; ha
sanado a los enfermos de todas sus enfermedades y hasta ha
levantado de los muertos, a los que ya no tenían vida alguna
en sus cuerpos perdidos en el polvo y en las tinieblas de la
muerte eterna, por ejemplo.
Porque por medio de la oración, sólo hecha a nuestro Dios, en
el nombre sagrado del Señor Jesucristo, entonces los cojos
caminan; los ciegos ven; los sordos oyen; los mudos hablan y
hasta las enfermedades más terribles de la vida del hombre
tienen que salir de sus cuerpos, para dejarlos libres. Libres
para siempre y para Dios, porque nuestro Dios los ha creado
libres en sus manos santas, desde el comienzo de todas las
cosas, en el cielo, para el servicio santo de Él mismo y de
su nombre glorioso, en la tierra y en el paraíso, también,
eternamente y para siempre.
Por todo ello, la oración ha sido siempre una parte muy
importante en la vida del Señor Jesucristo, en el cielo y en
la tierra, para Él entonces poder vencer al mundo y sus
muchas tinieblas, para finalmente cumplir la Ley de Dios y de
Moisés en su vida, para bien de Israel y de las naciones de
la humanidad entera. Y después de nuestro Señor Jesucristo
haber orado muchas veces delante de nuestro Padre Celestial
para bien de Israel y de la humanidad entera durante su vida,
entonces en su ultimo día de vida cerro su vida con una
oración levantada al cielo, para pedirle al SEÑOR que perdone
el pecado de los pecadores, porque no saben lo que hacen.
Y después de haber orado por los impíos, entonces entrego su
espíritu a Dios en el cielo, diciéndole: Padre Mío a ti
entrego mi espíritu, y murió. Y al morir, Él no fue al cielo,
sino que descendió al mundo bajo de los muertos, para
presentarse en la oración del SEÑOR, a todos los que habían
vivido en la antigüedad. Y así entonces manifestarles a
ellos, lo prometido: la gloria del nombre de nuestro Padre
Celestial en su vida, para bien de muchos en la tierra y en
el paraíso, eternamente y para siempre, con una vida nueva,
la cual jamás ha de tener fin en él ni en su nuevo reino
celestial de Dios y de su humanidad infinita.
Y, hoy en día, hay muchas oraciones en tu corazón que tienen
que salir de ti, para Dios en el cielo, para alcanzar mucho
bien en tu vida y en la vida de muchos, mi estimado hermano y
mi estimada hermana. Pero cada una de estas oraciones ha de
salir de tu corazón para enriquecer tu vida corporal e
espiritual, sólo en el nombre sagrado del Señor Jesucristo.
De otra manera, ninguna de tus oraciones, de las que están en
tu corazón y en tu espíritu humano, jamás han de salir de ti
para hacer muchas cosas, grandes y pequeñas, en tu vida y en
la vida de muchos, si no es en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo.
Porque el Señor Jesucristo es la única verdad y justicia de
Dios en el cielo, para complacer su corazón y su alma santa,
eternamente y para siempre. Pues así también contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, el Señor Jesucristo
es tu única verdad y tu única justicia infinita delante de
Dios en el cielo y en la tierra, para comunicarte con Él y
recibir cada una de tus muchos bienes eternos. Como, por
ejemplo, bendiciones de milagros, maravillas y hasta de
prodigios para enriquecer tu corazón, tu alma, tu espíritu y
toda tu vida, en esta vida y en la venidera, también, como en
el nuevo reino de los cielos, eternamente y para siempre.
Por esta razón, les digo que todo por lo cual oren y pidan,
crean que lo han recibido, y les será hecho, les decía el
Señor Jesucristo a sus apóstoles y discípulos, por igual, en
todo todos los lugares, a donde iba en Israel: predicando y
enseñando la palabra de Dios y de sus poderes curativos para
todos ellos. Porque así como los israelíes, pues, también los
gentiles tenían que entender en sus corazones, que el poder
de la oración celestial, estaba en ellos, sólo en la
invocación de su nombre santo, es decir, si sólo creían en
sus corazones y le confesaban con sus labios en todo momento
delante de su presencia: como único Creador de sus vidas. ¡
Bendito sea el Señor Jesucristo en nuestras vidas!
Entonces cuando Jesucristo les hablaba así, realmente les
hablaba con la autoridad y los poderes especiales del cielo,
los cuales habían descendido de Dios con Él, para bien de
muchos en Israel y en toda la tierra, también, para que
tengan vida y mucho más por medio de la oración sólo hecha,
en el nombre de su unigénito, por ejemplo. Porque la oración
hacia Dios, hecha en el nombre sagrado de su Hijo amado, el
Señor Jesucristo, es poder, en el paraíso y en cualquier
lugar de la tierra, eternamente y para siempre, para el bien
del corazón y de la vida del hombre, de la mujer, del niño y
de la niña de la humanidad entera.
Poderes de los cuales nuestro Padre Celestial mismo se los
había delegado primero a su Espíritu Santo, en los primeros
días de génesis (génesis 1:2), para que sean regados por toda
la tierra, para dar vida en abundancia, a los que vivían en
las profundas tinieblas del polvo de la muerte en el más
allá, por ejemplo. Porque la palabra de Dios y de su Espíritu
Santo es realmente la semilla que la da vida en abundancia a
todo ser viviente, en el paraíso y en toda la tierra,
también, sólo por medio del Árbol de la vida, ¡el Señor
Jesucristo!
Es decir, que ésta es la palabra de Dios, la cual da vida en
abundancia a todos sus seres creados por su palabra, por su
nombre santo y por sus manos sagradas, en toda la creación
infinita, del ayer y de siempre. Por lo tanto, la palabra de
Dios es poder para dar vida y salud infinita, en nuestros
corazones y en nuestras almas eternas, también, día y noche,
sólo cuando le oramos a nuestro Dios, en el nombre sagrado de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Dado que, la oración hecha a nuestro Dios, como los ángeles
del cielo lo han venido haciendo desde los días de la
antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo, ha sido
siempre en el nombre del Árbol de la vida, el Señor
Jesucristo, ni más ni menos, para que Dios entonces les
conteste sus oraciones, como de costumbre. De otra manera,
Dios no ha de contestar jamás la oración del ángel y así
también del hombre del paraíso y de la tierra, como a Lucifer
y a sus ángeles caídos, por ejemplo.
Porque ellos se acercaron a Él, por medio de su propio
nombre, o por el nombre de Lucifer; y fue aquí, en donde
ellos tropezaron con la verdad y con la justicia infinita de
nuestro Dios, en la tierra y en el cielo, también, para mal
de sus vidas, en el lago de fuego, eternamente y para
siempre. Porque sólo en el espíritu del Árbol de la vida, su
Hijo amado, es que realmente hay verdad y justicia infinita
para cada ángel, arcángel, serafín, querubín y demás seres
santos del cielo, como hombres del paraíso y de aquellos
hombres y mujeres del mundo entero de hoy en día, que creen
en Jesucristo en sus corazones, por ejemplo.
Por lo tanto, sus nombres están escritos en "el libro de la
vida" en el cielo, sólo por haber hecho una oración simple,
tan simple como siempre orando en sus corazones y con sus
labios delante de su Dios, únicamente en el nombre milagroso
y eternamente sobrenatural del Señor Jesucristo. Realmente,
ésta es la palabra creadora de Dios y de su Árbol de vida, en
la tierra y en la eternidad venidera del nuevo reino de Dios
y de sus huestes celestiales de ángeles y de hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, que habita en
nuestros corazones, sólo para agradar a toda verdad y
justicia de Dios. Y sin esta bendición de la verdad y de la
justicia del Señor Jesucristo no podemos orar a Dios; ni Él
nos podrá jamás oír nuestras oraciones, ni menos
contestarlas, para siempre.
Entonces la verdad y la justicia del Señor Jesucristo es para
nuestras vidas, es decir, para nuestros corazones; por lo
tanto, Lucifer no las puede tocar ni menos remover de ninguna
manera, ni por ningún poder de lo alto ni de lo bajo. Porque
el nombre del Señor Jesucristo reina en nuestras vidas, desde
el día y la hora que nosotros oramos a nuestro Dios, y le
pedimos que su Hijo amado sea parte de nuestras vidas,
eternamente y para siempre, en la tierra y en el paraíso,
también.
Es por esta razón, que en cada uno de nosotros, en nuestros
millares, de todas las familias de la humanidad entera, hay
poder sobrenatural de gracia y de misericordia infinita
delante de Dios y de su Espíritu Santo, cada vez que oramos e
invocamos el nombre sagrado del Señor Jesucristo en nuestras
vidas. Y es realmente ésta oración de fe, la cual mueve a
Dios, mueve montañas, levanta a los muertos y, por ende, sana
todos los males del hombre, mayores y menores, en todos los
lugares de la tierra y hasta en el mismo paraíso, también, si
así fuese necesario hacerlo con nuestras oraciones humanas,
por ejemplo.
Es por eso, que Dios requería de Adán y Eva ha que comiencen
del fruto de vida eterna, su Hijo amado, el Señor Jesucristo,
en oración para que tengan poder y gracia de bendición y de
vida eterna por siempre, en todos los lugares de su creación
celestial e infinita, para bien infinito de sus
descendientes, en sus millares incontables. Por lo tanto, es
la palabra de Dios la cual nos da vida y nos bendice, a la
vez, para llenarnos más de la gloria y de las grandezas de
Dios, en el paraíso y por toda la tierra, también, porque
nuestras oraciones, son eternas, en el nombre del Señor
Jesucristo, trayendo siempre: milagros tras milagros a
nuestras vidas infinitas.
Y estas grandezas y glorias infinitas de Dios no son nada
comparadas con las que los ángeles han conocido, a través de
los siglos y hasta nuestros días, por ejemplo, en el cielo,
en el paraíso y en toda la nueva creación de Dios, en el más
allá, como La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del reino
mesiánico, por ejemplo. Porque todas las nuevas grandezas y
glorias de santidades de justicia y de verdades eternas, las
cuales han sido alcanzadas en los corazones de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, únicamente de los
que han creído en el nombre sagrado y antiguo del Señor
Jesucristo.
Es más, estas son las grandezas y las glorias de las cuales
jamás ningún ojo de ángel ni del hombre del paraíso o de la
tierra ha visto, pero están allá, en los nuevos lugares
eternos de Dios y de su Árbol de vida eterna. En las nuevas
tierras con nuevos cielos para los ángeles y para la
humanidad entera, gracias a las oraciones de los hombres,
mujeres, niños y niñas de la fe, del nombre del Señor
Jesucristo, de los tiempos de la antigüedad y de nuestros
días, también, por ejemplo, como hoy en día contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana.
Por eso, para nuestro Padre Celestial cada oración es de
mucha importancia en el vivir del día a día del hombre en la
tierra y en el paraíso, también, para su nueva vida infinita,
en el más allá, como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta
del nuevo reino celestial. Y cada una de estas oraciones de
los hombres, mujeres, niños y niñas de la fe, del nombre del
Señor Jesucristo, está asegurada en alguna de sus muchas
copas de oro en el cielo, para nuestro Dios recordarlas por
siempre y así jamás olvidarlas pase lo que pase en la nueva
eternidad venidera.
Entonces si crees que tus oraciones no llegan al cielo, a
donde está nuestro Dios, realmente te has equivocado también
ésta vez, como de costumbre, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, para mal de tu vida y de muchos más en tu
derredor, por ejemplo, como familiares y hasta amistades, de
los que están cerca o lejos. Porque el poder del espíritu de
la fe viva, actúa en tu vida y delante de Dios con poder del
cielo, de acuerdo a cómo crees en tu salvador celestial, el
Señor Jesucristo, en tu corazón y en toda tu vida, también.
Porque cada una de nuestras oraciones, hechas en el nombre
del Señor Jesucristo, si llega al cielo y a los oídos y
atención infinita de nuestro Dios, para contestarnos ya, cada
una de ellas y de nuestras peticiones, ruegos, aclamaciones,
intercesiones, etc., para enriquecer nuestras vidas y no para
hacernos ningún mal, por ejemplo. Porque nuestro Dios jamás
le ha hecho mal a nadie, ángel del cielo u hombre del paraíso
o de la tierra, sino todo lo contrario. Ha sido el ángel
caído o el hombre rebelde que ha ofendido a Dios y a su Árbol
de vida eterna, el Señor Jesucristo. Como ejemplo, podemos
ver a Cristo sufriendo por cada uno de nosotros en el
Calvario, la jordana agobiante a la muerte para luego
resucitar a la vida eterna, en el Tercer Día.
Entonces nuestro Dios nos oye siempre, porque él es muy rico
en todas las cosas del cielo y de la tierra, para perdonar,
ayudar y bendecir a todos sus pueblos de la humanidad entera,
de los que le aman y le adoran a Él, en el espíritu y en la
verdad viviente de su palabra viva y milagrosa. Y ésta es la
palabra de Dios, la cual su Hijo amado nos la ha traído a la
tierra, para que entré en nuestros corazones y en nuestras
vidas, también, para manifestar cada una de las maravillas,
milagros y prodigios de los cielos y de toda la tierra,
también, para gloria y para honra infinita de su nombre
santo.
Porque la palabra de Dios tiene que glorificar y honrar el
nombre sagrado de nuestro Dios, por inicio, en nuestros
corazones y en nuestras vidas día y noche y por siempre, en
la tierra y en la eternidad venidera del nuevo reino de los
cielos, en el más allá. Porque ésta santidad, ésta gloria
infinita, sólo le pertenece a nuestro Padre Celestial en
nuestros corazones y en nuestro diario vivir en la tierra o
en el paraíso, sólo por medio de la vida sagrada de su Hijo
amado, ¡el Cristo de Israel y de la humanidad entera!
Porque realmente es imposible que la palabra viva de nuestro
Dios no glorifique a nuestro Padre Celestial en nuestros
corazones y en nuestras vidas, gracias a la verdad y a la
justicia infinita del Señor Jesucristo actuando día y noche
en nuestros corazones y en nuestras vidas de siempre,
también, para alcanzar aun glorias nuevas e infinitas para
Dios. Por eso, el Señor Jesucristo nos ha enseñado, a través
de su palabra viva, de que todo lo que le pidamos al SEÑOR,
entonces lo tenemos que hacer únicamente por los poderes
sobrenaturales de su nombre, para que todo lo que queramos en
nuestras vidas, se hagan realidad ya, o lo más antes posible,
para nueva gloria de nuestro Dios.
Por lo tanto, está de parte de nosotros mismos creerle al
SEÑOR, por todo lo que le pidamos en oración, para que sea
hecha una realidad, cada una de nuestras peticiones, ruegos,
intercesiones, suplicas y demás, por ejemplo, para alcanzar
nuevas glorias a su nombre santo. Para que nunca nos falte
ningún bien, en la tierra ni menos en el más allá, como en el
nuevo reino de los cielos de su gran ciudad celestial: La
Nueva Jerusalén Santa y Eterna del cielo.
Por eso, la oración debería ser parte cotidiana de nuestras
vidas, para alcanzar siempre lo inalcanzable o lo imposible,
por ejemplo, en nuestros corazones y en nuestras vidas de
siempre, en toda la tierra. Porque la verdad es que el
espíritu del hombre es muy fuerte, ya que viene de Dios a Él
y de su Espíritu Santo; pero su carne es débil, por falta de
los poderes, de los ingredientes espirituales del espíritu de
la sangre viva del Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!
EL ESPÍRITU HUMANO ES FUERTE, PERO SU CARNE ES DÉBIL, SIN
CRISTO
Por eso, cuídense muchísimo, pues, oren sin cesar día y
noche, también, para que no entren en el mal de sus tinieblas
ni (de las tinieblas) de nadie, tampoco, para que no pierdan
nunca ningún bien de la tierra ni ninguna bendición del
cielo. Porque el enemigo eterno de nuestras vidas y de
nuestras almas vivientes, siempre está rondando como león
rugiente: hambriento y sediento para ver a quien devorar y
destruir con sus mentiras de siempre, como las (mentiras) del
paraíso, por ejemplo, con Adán y Eva y la serpiente antigua.
Y los que no están con sus corazones y sus mentes en Dios y
en su Jesucristo, entonces son vulnerables a sus artimañas y
a sus ataques destructivos de sus corazones, de sus espíritus
y de sus almas eternas, también. Es por eso, hacerle siempre
al enemigo alejarse de uno (y de los nuestros también), con
una oración, por más pequeña que sea, no importa, porque
realmente tiene igual de poder delante de Dios, en el nombre
sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para
protegernos de las tinieblas más terribles y destructibles
del más allá.
Entonces hagamos como el Señor Jesucristo les dijo a sus
apóstoles, en sus momentos más cruciales de su vida mesiánica
en Israel: Cuando les dijo con autoridad celestial, por
ejemplo: Oren conmigo a nuestro Padre Celestial que está en
los cielos, para que me de fuerzas y me guié a hacer su
voluntad perfecta y no la mía, en Israel. Porque la verdad es
que el espíritu del hombre realmente está dispuesto para
hablar con Dios, por medio de su espíritu y la oración, en el
nombre sagrado de su Hijo amado, pero su carne es débil, por
la presencia constante del pecado original de las primeras
palabras mentirosas de Lucifer y de su serpiente antigua del
Edén, por ejemplo.
Visto que, Lucifer siempre ha sido el padre de toda mentira y
enemigo eterno a la oración y a la alabanza de gloria y de
honra a nuestro Dios que está en los cielos, hecha siempre en
el nombre sagrado del Señor Jesucristo en nuestros corazones
y con nuestros labios, por ejemplo. Y cuando nosotros no
queremos servirle al SEÑOR, es porque realmente el mismo
espíritu del enemigo nos hace hacer todas las cosas que no
van con lo que Dios desea en nuestras vidas, para honrarle y
para exaltarle a Él, en su nombre santo, como debió de ser
así con Adán primero en el paraíso, por ejemplo.
Entonces son estas mismas palabras de Adán que aun viven en
nuestros cuerpos corporales e espirituales, los que nos
causan problemas constantes entre nuestros corazones y el
corazón sagrado de Dios en la tierra por su palabra y en el
cielo por su nombre y por su Espíritu Santo, por ejemplo.
Porque el conflicto entre Adán y Dios es el mismo de los
primeros días del paraíso, ni más ni menos, en toda la tierra
y en cada uno de nosotros, seamos hombres, mujeres, niños o
niñas de la humanidad entera, para no obedecerle a Él y comer
de su fruto de vida infinita, su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo!
Puesto que, el corazón y el espíritu humano que hemos
recibido de parte del Creador de nuestras vidas ama mucho,
por inicio, a su Espíritu Santo y a la vida gloriosa del
Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!, pero la carne que ha
sido engendrada en el pecado original de Adán es muy débil,
para obedecer a su fruto de vida.
Entonces ésta es una lucha espiritual, la cual no termina
nunca; porque comenzó con Adán y jamás termino con ninguno de
sus descendientes, ni aun con el Señor Jesucristo en Israel o
de nuevo de regreso al epicentro del paraíso, por ejemplo. En
el paraíso, en donde Adán peca en contra del Señor Jesucristo
y de Dios, también; y desde ese lugar decide descender a la
tierra el Señor Jesucristo para defender a Adán y a sus
descendientes del mal del pecado y de su muerte eterna, en el
infiero o en el lago de fuego, en el más allá.
Porque el Señor Jesucristo tuvo que sufrir mucho, en su vida
y en sus oraciones hacia Dios por éste conflicto espiritual
del paraíso y del hombre por no haber comido ni bebido de su
fruto de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! En
verdad, esto ha sido un conflicto que nunca ha terminado,
desde que comenzó en el corazón y en la carne de Eva y de
Adán, en el paraíso, para luego seguir en nuestros corazones
y en nuestras vidas con sus mismos poderes y males de
siempre, para seguir haciéndonos daño delante de Dios y de su
Árbol de vida.
Aquí es cuando el espíritu rebelde del corazón del pecador y
de la pecadora, en vez de alzar sus ojos al cielo, en donde
está el altar de Dios y su Trono santo para honrar a su
Creador y al salvador infinito de su alma eterna, entonces
pone su mirada en ídolos e imágenes de talla, por ejemplo. Y
esto es, realmente, para no comer, espiritualmente hablando,
de la comida y de la bebida de la vida eterna, el Cristo de
Israel y de la humanidad entera, para mal de su vida y de
muchos también en toda la creación de Dios y de sus huestes
celestiales.
Pues entonces así como el pecador y la pecadora comienzan
hacer sus oraciones, sus ruegos, sus peticiones, sus
intercesiones en vano, porque nuestro Dios simplemente no los
oye. Nuestro Dios no oye al pecador, ya que el espíritu del
fruto de la vida eterna no está en él ni en ninguno de los
suyos, tampoco, así como jamás estuvo en el corazón de Adán
ni de Eva, en el paraíso para que oiga sus palabras y los
bendiga en el nombre sagrado de su Hijo amado.
Porque la realidad es que nuestro Padre Celestial nos quiere
bendecir con todas las fuerzas de su alma y de su corazón
santísimo, con el nombre sagrado de su Árbol de vida, el
Señor Jesucristo, desde la misma creación del paraíso y del
cielo, pero si no estamos con su Hijo amado no hay nada de
nada, para siempre. Es decir, si no creemos en su nombre
santo y milagroso, entonces: ¿Cómo nuestro Dios nos va a
bendecir y, a la vez, ha llenarnos de los bienes de los
poderes sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo, por
ejemplo?
En aquel entonces, esto fue imposible para Dios hacer en el
paraíso con Adán y Eva, y así también para cada uno de
nosotros en toda la tierra, por más que Él lo desee hacer así
en su corazón santísimo con cada uno de nosotros, en nuestros
millares, en toda la tierra, en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo. Pero, sin embargo, si creemos en nuestros
corazones y así confesamos con nuestros labios el nombre
sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, entonces
nuestro Dios nos puede perdonar, ayudar en muchas cosas;
bendiciéndonos grandemente con muchas de sus riquezas del
cielo y de la tierra, también y aun hasta de lugares que no
conocemos nosotros del más allá.
Por cierto, bendiciéndonos con todos los poderes
sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo día y noche
y sin cesar jamás por ninguna razón, para que nuestros
corazones crezcan y se llenen de muchas de las cosas que
siempre hemos deseado tener y gozar en nuestras vidas, desde
los días de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo.
Por lo tanto, nuestro Dios ya no puede quedarse sin hacer
nada por nosotros, sino por lo contrario.
Ahora nuestro Dios nos puede perdonar y bendecir
profundamente y sobrenaturalmente, desde su trono santo en el
cielo, en el nombre sagrado de su Hijo amado, porque le hemos
creído a Él, por su fruto de vida eterna, y no hemos sido
rebeldes como Adán y Eva en el paraíso con Él, por ejemplo.
Es por eso, que la palabra de Dios y el nombre sagrado de su
Hijo amado son muy importantes, en el corazón y en la vida de
cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, para
superar el mal de la carne, por sus debilidades y por su
enlace a los poderes del pecado de Lucifer, por ejemplo.
Porque es Cristo y el espíritu de su sangre santísima los
cuales rompen cada uno de estos males en nuestras vidas, para
cambiarlas por muchas de las bendiciones del cielo y así ya
no nos sigan haciendo daño, como antes, como cuando Cristo y
su palabra no vivían en nuestros corazones, por ejemplo, en
el poder sobrenatural de la oración. Es decir, que la mentira
de Lucifer dejara de existir y de tener influencias y poderes
en nuestras vidas, para ya no seguir haciéndonos ningún mal,
como los que Adán y Eva sufrieron en el paraíso, o como los
males habituales que han azotado tu vida, sin que tú
entiendas nada, o el porqué de estas cosas, por ejemplo.
Porque es éste espíritu de mentira y de muerte eterna, el
cual siempre nos tiene sujetos a la voluntad del corazón
perdido del primer pecado de Lucifer y de la serpiente
antigua del Edén, pero la sangre de Cristo les ha puesto fin
eternamente y para siempre, para que jamás nos vuelvan hacer
ningún mal. Puesto que, las palabras de mentira y de muerte
eterna de Lucifer, las cuales contaminaron no sólo el corazón
de la serpiente del Edén, sino que también contaminaron el
corazón de Eva y luego el de Adán y de cada uno de sus
descendientes, en sus millares, en toda la creación
celestial, a pesar del tiempo transcurrido, aun está vigente.
Éste es un espíritu rebelde del paraíso, y no de la tierra ni
aun del infierno, el cual sólo el mismo espíritu de la sangre
de Cristo lo puede destruir, en tu corazón y en tu vida,
también, mi estimado hermano, desde hoy mismo y para siempre,
en la eternidad venidera, si tan sólo crees en Él, en tu
redentor. Y esta es la eternidad de la nueva época celestial
de Dios y de su Árbol de vida eterna, rodeado por siempre de
sus ángeles del cielo y de su nueva humanidad infinita,
redimida por el poder de la oración hacia Él, el Santo de
Israel, en su nombre sagrado de toda la vida ¡el Señor
Jesucristo!
En realidad, éste espíritu de rebelión y de desobediencia al
fruto de vida eterna de Dios y de su Árbol de vida aun vive
en la carne del hombre de pecado y de la mujer de pecado,
también, para seguir haciendo el mismo mal de siempre, como
el del paraíso, por ejemplo, para destruir por siempre toda
vida humana. Y así nuestro Dios que está en los cielos, ya no
sea más honrado y glorificado en perfecta santidad y honra de
la vida gloriosa de su Árbol de vida, como los ángeles lo han
venido haciendo, desde tiempos inmemoriales y hasta nuestros
días, en el cielo y hasta en la tierra, también, aunque no lo
crea así, mi estimado hermano.
Porque la verdad es que aun los ángeles del cielo, a veces,
por permiso de Dios mismo, descienden a la tierra y se unen
en alabanzas de gran gloria y de gran honra al nombre sagrado
de nuestro Dios entre los hombres, mujeres, niños y niñas, de
bien y de buena voluntad de todas las familias de la tierra,
por ejemplo, en el nombre del Señor Jesucristo. Y los
ángeles, a veces, hacen estas cosas sobrenaturales entre los
hombres de la tierra, para exaltar alguna gloria o alguna
honra sublime entre los pecadores y las pecadoras
arrepentidos de sus pecados, y que se han entregado a la vida
santa y eternamente honrada del Árbol de la vida.
Es decir, entregarse al Señor Jesucristo para cumplir toda
verdad y toda justicia en sus corazones y en sus vidas, a
pesar de la presencia terrible de las profundas tinieblas de
Lucifer y de sus ángeles caídos en la tierra y en el bajo
mundo, también, por ejemplo. Porque toda verdad y toda
justicia tiene que cumplirse en el corazón del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña de todas las razas, pueblos,
linajes, tribus y reinos de la tierra, en el nombre del Señor
Jesucristo viviendo en sus corazones eternos, para entrar
entonces desde ya a la vida infinita del nuevo reino de Dios.
Entonces es bueno para el hombre siempre orar a su Dios en el
nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para no
caer en la tentación del pecado de su propio corazón y de los
demás, también. Porque el pecador y la pecadora es realmente
tan culpable de sus pecados, como los de los demás, por
ejemplo. Es como Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo: Eva
fue quien primero peca al comer del fruto prohibido del árbol
de la ciencia del bien y del mal, pero toda la culpa recayó
sobre Adán y no tanto sobre la mujer.
Pues así es, hoy en día, en toda la tierra, ya que porqué
otros pecan, esto no significa que el mal del pecado no te
tocara a ti, sino por lo contrario. En realidad, el pecado de
otros también puede tocarte y hacerte daño, también, tanto
daño como el que lo cometió o comenzó, por ejemplo; es por
eso que necesitas siempre orar al SEÑOR, en el nombre sagrado
de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para que ningún mal o
pecado de otro u otros toque tu vida, por ninguna razón.
Porque el espíritu de la oración hecha en el espíritu de la
verdad y de la justicia infinita del nombre del Señor
Jesucristo, entonces puede mucho delante de Dios y de su
Espíritu Santo, para perdonar, para ayudar y para bendecir a
cualquier hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera
en toda la tierra, hoy y siempre. Pues bien, si te mantienes
en oraciones, cortas o largas, en el nombre del Señor
Jesucristo, delante de tu Dios y Creador de tu vida, entonces
ningún mal ha de tocar tu morada ni menos tu vida,
eternamente y para siempre, en la tierra ni menos en el
paraíso.
TODO AQUEL QUE LE PIDE A DIOS EN EL NOMBRE DE JESÚS, ENTONCES
RECIBE
Y yo les digo, les decía el Señor Jesucristo a sus apóstoles
y discípulos, en todos los lugares de Israel, cada vez que
predicaba la nueva vida venidera del reino de Dios y de su
justicia infinita: Pidan; pidan sin dudar en sus corazones, y
se les dará. Busquen y hallaran alimento paras sus cuerpos y
para sus almas infinitas. Llamen, y se les abrirá la puerta
del cielo, para que sus bendiciones desciendan a sus vidas
día y noche y por siempre en la eternidad venidera.
Dado que, todo aquel que pide recibe, y el que busca
encuentra, y al que llama se le responderá y se le abrirá las
ventanas de los cielos y su puerta también de su nueva vida
infinita, en la tierra y en el nuevo reino de Dios y de su
Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Porque lo que Dios ha creado, ha sido para que el corazón y
el alma del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la
humanidad entera, lo disfruten por siempre, siempre alabando
y honrado a su Dios y a su Jesucristo en sus corazones, en
todos los lugares de la tierra y en el paraíso, también.
Para que de esta manera, no les falte nunca ningún bien en
sus vidas, en la tierra ni menos en el paraíso, eternamente y
para siempre. Porque así como hay abundancias de todas las
cosas en el cielo, pues, también en todos los lugares de la
tierra; y nuestro Dios se los entrega todo día y noche a los
que le aman a Él, en el espíritu y en la verdad del espíritu
de la sangre y de la vida eterna de su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo!
Puesto que, sólo el Señor Jesucristo es la oración perfecta
del corazón del hombre para agradar a su Dios y Fundador de
su vida, en toda verdad y en toda justicia infinita, en la
tierra y en el paraíso, también, eternamente y para siempre.
Y como nuestro Dios ama a la oración, entonces nos ama a cada
uno de nosotros, en nuestros millares, de todas las razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de toda la tierra, desde la
antigüedad y hasta aun más allá de la eternidad venidera, por
ejemplo.
Y nuestro Dios nos ha de seguir amando mucho más que antes en
la eternidad venidera, en nuestros nuevos lugares del cielo,
por amor a la oración perfecta de su corazón, su fruto de
vida, su Hijo amado, el Árbol de la vida eterna. Porque,
además, nuestro Dios está muy interesado en que cada uno de
nosotros se comunique con Él, sólo por medio de su Hijo
amado, para así entonces responderle adecuadamente en todo lo
que le pida, en esta vida y en la venidera también.
Ya que, sólo Dios puede contestar la oración del hombre,
hecha en el nombre del Señor Jesucristo para alcanzar
grandezas y perfecciones jamás alcanzadas por los corazones
de los ángeles ni menos por el pecador del paraíso o de la
tierra, como Adán y Eva, por ejemplo, sin la ayuda idónea del
Espíritu Santo y de su Hijo, el Cristo. Es por eso, que el
Señor Jesucristo y el Espíritu Santo son muy importantes en
nuestros corazones, en nuestras oraciones y en nuestro diario
vivir, en la tierra y así también en el cielo, como en La
Nueva Jerusalén Santa e Infinita del nuevo más allá de Dios y
de sus ángeles celestiales y su nueva humanidad infinita de
siempre.
Por esta razón, nuestro Dios es bueno y siempre está listo
para suplirnos cada una de nuestras necesidades, sólo por
medio de sus muchos frutos de vida y de salud infinita de su
Árbol Viviente, su Hijo amado, el Señor Jesucristo. Y, hoy en
día, Dios desearía suplirte muchas de tus tantas necesidades
(en tu vida y en la de los tuyos, también), si sólo tu
corazón confiaría en Él, por medio del espíritu del amor y de
la sangre bendita de su Hijo amado, el Señor Jesucristo.
En vista de que, mayor nombre bendito y milagroso, como el
nombre del Señor Jesucristo no había para Adán ni para Eva,
en el paraíso. Pues así también en tu vida de hoy en día, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, para Dios comenzar a
oír tu oración y bendecir tu vida por siempre en su
Jesucristo, en la tierra y de nuevo eternamente y para
siempre, en tu nueva vida infinita del paraíso y de La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo.
Porque en el cielo, Dios siempre ha oído desde siempre cada
una de las oraciones y también de las alabanzas de sus
ángeles, arcángeles, serafines, querubines y demás seres
santos, en el nombre de su Hijo amado; y sin el nombre del
Señor Jesucristo, nuestro Dios jamás ha oído la oración ni la
alabanza de ninguno de sus ángeles. Y fue aquí que Lucifer
con sus ángeles caídos peca delante de Dios y de su Árbol de
vida eterna, por vez primera.
Porque los ángeles caídos trataron de acercarse a Dios con
sus oraciones y con sus supuestas honras a Él, en el nombre
desconocido y hasta inicuo de Lucifer, para airarle y hasta
el punto que ya no podían permanecer en su presencia santa ni
sólo momento más. Porque la verdad y la justicia del Señor
Jesucristo no se encontraban en ninguno de ellos, en sus
millares, que llenaban los cielos, sino sólo tinieblas de sus
falsas palabras, de engaño y de muerte eterna solamente, para
el juicio final de Dios para los rebeldes a su nombre santo,
en el cielo y en toda la tierra, también.
En verdad, nuestro Dios jamás pudo realmente bendecir a
ninguno de los ángeles caídos, en sus millares, en todos los
lugares del reino de los cielos, hasta que se perdieron para
siempre, comenzando con Lucifer, por ejemplo, porque en sus
palabras no estaba el espíritu de vida y de la verdad eterna,
¡el Señor Jesucristo! Y cuando Adán y Eva le hablaban a Dios
en el paraíso después de haber consumado el fruto prohibido,
pues tampoco en ellos Dios encontró el espíritu del nombre
del Señor Jesucristo en sus palabras, para mal eterno de
muchos, comenzando con ellos mismos.
Entonces nuestro Dios puso a Adán y a Eva en el paraíso, para
que ellos hablasen con Él en el espíritu de la oración, por
medio de su fruto de vida de su Árbol Viviente, su Hijo
amado, el Señor Jesucristo. Y Adán ni Eva jamás entendieron
en sus corazones, en el comienzo de sus vidas, de que tenían
que creer en sus corazones y confesar con sus labios el
espíritu del nombre milagroso y todopoderoso del Señor
Jesucristo, para bien de sus vidas y de los suyos también
eternamente y para siempre, en toda la creación celestial.
Porque en el paraíso, Dios quería suplirle cada una de las
necesidades de Adán y de sus descendientes, comenzando con
Eva, sólo por medio de la oración y de su Árbol de vida
eterna, el Señor Jesucristo. Y sin el fruto del Árbol de vida
eterna, entonces Dios no podía darle nada de nada a Adán ni a
Eva tampoco.
Y, hoy en día, ésta misma máxima del paraíso y de la vida de
Adán y de Eva es una verdad viva y constante en cada uno de
nosotros, en todos los lugares de la tierra, como
descendientes directos y eternos de cada uno de ellos, en el
cielo y en la tierra, también. Porque la verdad es que somos,
cada uno de nosotros, en nuestros millares, en todas las
naciones de la tierra: descendientes directos de Adán en el
paraíso, para conocer por siempre "la oración y la vida
eterna de Dios y de su Árbol de vida", por el poder
sobrenatural del espíritu de su palabra y de su nombre santo.
Por cuanto, fuera del Señor Jesucristo para Dios y así
también para cada ángel del cielo no hay otra vida igual, en
el paraíso ni menos en ningún lugar de toda la creación, como
la tierra de nuestros días y de la tierra nueva con nuevos
cielos venideros del más allá, por ejemplo, como La Nueva
Ciudad Celestial del reino. Es por eso, que es muy importante
la oración hecha, sólo en el nombre del Señor Jesucristo en
nuestro corazón para nuestro Padre Celestial que está en los
cielos sentado gloriosamente sobre su trono de la gracia y de
la misericordia infinita, para todo aquel que crea en Él, por
amor a Jesucristo.
Y el Señor Jesucristo les enseñaba a las gentes a siempre
pedirle a Dios todo lo que necesiten, en sus vidas, pero sólo
por el poder de la oración en su nombre santo; y sin la
oración y sin su nombre santo, entonces Dios nos les iba a
conceder nada de nada a ninguno de ellos, jamás. Porque es
sólo Dios quien suple las necesidades de los pueblos,
naciones reinos y, por supuesto, a cada ángel del cielo y así
también a cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, en la invocaron del nombre sobrenatural de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!
Visto que, por medio de Él mismo, siendo el Árbol de la vida
del paraíso y del reino de los cielos, el Señor Jesucristo,
pues así también para toda vida en todos los lugares de la
tierra, y aun hasta para toda vida de las que están
escondidas debajo de las aguas de la tierra, como los mares,
por ejemplo. Es decir, que sólo en el Señor Jesucristo
nosotros tenemos todo lo que necesitamos de Dios y de su
Espíritu Santo, para nuestros corazones y para nuestras vidas
terrenales y celestiales, también, en el más allá, en
nuestros nuevos lugares eternos del cielo.
En la nueva tierra con nuevos cielos infinitos, de los cuales
jamás han conocido la maldad del pecado ni la muerte del
ángel caído ni del hombre pecador de toda la tierra, sino que
sólo conocen del nombre de Dios y de su espíritu de verdad y
de la justicia infinita de su Árbol Viviente, su Hijo amado,
¡el Cristo! En otras palabras, nuestro Dios es muy rico en
los cielos y en la tierra, también, y nos quiere dar muchas
cosas, si tan sólo se lo pedimos a Él, en oración y en el
nombre sagrado de su Hijo amado.
Para que entonces muchos poderes sobrenaturales de los dones
de su Espíritu Santo, poderes y autoridades que nuestro Dios
ya le entrego al Espíritu Santo para que nos bendiga a cada
uno de nosotros, en toda la tierra, si tan sólo creemos en
Él, en oración y en el nombre sagrado de su Hijo amado, el
Señor Jesucristo. Eso es todo, lo que Dios siempre ha
requerido de cada uno de nosotros, en todos los lugares de la
tierra, para amarnos y para bendecirnos en todas nuestras
cosas, como siempre lo ha hecho con sus ángeles del cielo,
por ejemplo.
Y, además, en ésta vida nueva, los ángeles y así también los
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
redimida de sus pecados por su oración de fe, hecha en el
nombre del Señor Jesucristo delante, sólo servirán a su Dios
y a su Espíritu, en los frutos de vida, ¡el Señor
Jesucristo!, para jamás volver a morir. Y esto es algo que
debió de ser así, desde el comienzo de todas las cosas, en el
paraíso, con Adán y Eva, por ejemplo, para bien y salud
eterna de muchos en el cielo y en toda la tierra, eternamente
y para siempre.
Pero Lucifer tronco el plan de Dios, como sabemos por la
escritura, no para siempre, sino por un corto tiempo, para
luego volver todo a la normalidad en los días postreros, con
nuevas tierras y nuevos cielos habitados por ángeles y así
también por su humanidad de siempre, si tan sólo creemos en
Él, en la vida sagrada de su Jesucristo. Y sólo así, desde
hoy mismo, hemos de empezar la vida eterna del nuevo reino de
Dios en la tierra y en el cielo también, como en La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del más allá, por el poder
sobrenatural de la oración en nuestras vidas del nombre del
Señor Jesucristo.
Porque la oración de fe, la que hayan hecho en sus corazones
y con sus labios, creyendo en los poderes sobrenaturales de
la misericordia y de la gracia de Dios y de su Jesucristo,
entonces vivirán por siempre en el nuevo reino de los cielos,
para servir a su Dios eterno, y sin jamás volverse alejar de
Él, para siempre. Es decir, que cada uno de sus hijos e hijas
de toda la tierra ha de entrar a vivir en el espíritu de la
nueva vida infinita, para orar, alabar, exaltar, honrar,
glorificar, santificar y muchas cosas más, sólo para alcanzar
nuevas glorias y honras infinitas del nombre sagrado de
nuestro Dios y Padre Celestial que está en los cielos.
Y es aquí, en donde has de vivir por siempre orando y
sirviéndole a tu Dios, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, como los ángeles lo han hecho a través de los siglos
y hasta nuestros días, para alcanzar glorias y santidades
infinitas, por el poder de la oración y de la alabanza a su
nombre santo. Pero esta vez, nosotros mismo (y no otros) le
serviremos a nuestro Dios en el poder de la oración y de la
alabanza celestial con mayor gloria y santidad que antes de
parte de Dios y de su Árbol de vida, el Señor Jesucristo,
viviendo en nuestras vidas de día a día y hasta por siempre,
en la nueva eternidad venidera. ¡Amén, que así sea para todos
los hijos e hijas de Dios, en toda la humanidad infinita, del
ayer y de siempre!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.
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playertype=wm%20%20///
http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx
http://radioalerta.com
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica
(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)
ORAR ES PODER
Ese problema que te aflige tanto día y noche, quizás sólo
necesitas hacer una oración simple al SEÑOR, en el nombre del
Señor Jesucristo, para que se desaparezca o se resuelva ya, o
lo más pronto posible. Y si es así, entonces ¿por qué esperas
más?
La oración es el poder de tu vida, que quizás aun tú no
conoces, mi estimado hermano y mi estimada hermana, por falta
del conocimiento de la verdad y de la justicia infinita de tu
Dios y Fundador de tu vida eterna, nuestro Padre Celestial, ¡
el Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera! Y en esta
hora, una vez más, como de costumbre, los poderes
sobrenaturales de la oración, con sus muchos milagros,
maravillas y prodigios para cambiar e enriquecer tu vida se
acerca a ti, como nunca antes.
Como quien dice, por ejemplo: Ésta quizás sea tu última
oportunidad, para hablar con tu Dios y salvador de tu alma
eterna antes que entres a la eternidad, ciego y aun con tus
pecados en tu vida. Y nuestro Dios no desea que tu alma se
pierda en las profundas tinieblas de tu pecado, en el bajo
mundo de los muertos, como el infierno o el lago de fuego,
por ejemplo, en el más allá, sino todo lo contrario.
Es por eso, que nuestro Dios se acerca a ti una vez más, para
bien eterno de tu alma, por el poder de la oración antigua de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Se acerca a ti el poder
de la oración del cielo y de Jesucristo, para ayudarte a
encontrar esas muchas bendiciones de la tierra y del cielo
que necesitas hoy mismo, como ya, en tu vida, para servirle a
tu Dios y ser feliz, eternamente y para siempre, en tu nueva
eternidad venidera.
En vista de que, la nueva era de Dios y de su eternidad
infinita se acercan a ti y a la humanidad entera, como en un
segundo, aunque no lo veas ni lo entiendas así, mi estimado
hermano y mi estimada hermana. Porque el Señor Jesucristo les
decía a las gentes de Israel: arrepiéntanse de sus pecados,
ya que el reino de los cielos se ha acercado a todos ustedes,
en todos los lugares de la tierra, si tan sólo creen en su
Dios y en todas las cosas que está haciendo por sus vidas, en
el cielo y en Israel, también.
Y si tú no has orado, en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo, entonces muchas cosas gloriosas y eternamente
santas para tu vida jamás descenderán del cielo a ti ni a los
tuyos, tampoco, por falta de tu conocimiento a la oración de
Dios y de su Jesucristo. Y nuestro Padre Celestial no desea
que tú pierdas ninguna de tus muchas bendiciones del cielo y
de la tierra, llenas de vida y de alegría infinita para tu
corazón y para tu alma viviente, que realmente son para ti,
pero solo en la oración hecha a Él, tu Dios y Creador de tu
vida, en el nombre del Señor Jesucristo. Ya que, la oración
es parte integral de tu corazón y de tu espíritu humano, en
la tierra y para la eternidad.
Una oración que salga del corazón del hombre hacia Dios en el
cielo, sin el nombre del Señor Jesucristo, entonces no es una
oraron de verdad o que tenga poder alguno, sino otra cosa,
que no sirve para nada. Sin embargo, desde ese mismo corazón
del hombre, que salga una oración hacia Dios, en el nombre
del Señor Jesucristo, entonces vale mucho y puede cambiar
muchas cosas en su vida y en la vida de los demás, también,
en la tierra y en el paraíso. Porque realmente hay poder
sobrenatural, en la oración y en el nombre del Señor
Jesucristo para Dios y para la humanidad entera.
Porque la oración que sale del corazón del hombre hacia su
Creador, en el nombre del Señor Jesucristo, entonces puede
hacer que la mano de Dios se mueva a su favor y hasta para el
favor de otros, en todos los lugares de la tierra, sin jamás
hacer excepción de persona alguna. Porque para Dios no hay
limite alguno, lo que la oración hecha a Él, en el nombre
sagrado de su Hijo amado, pueda realmente hacer, por el bien
del hombre y de los suyos, en sus tierras y lejos de ellas,
también. En realidad, la oración hecha en el Señor Jesucristo
para Dios, desde nuestro corazón tiene vida, vida para
alcanzar muchas bendiciones de las que están muy altas en el
cielo y bajarlas a nuestras vidas de hoy en día, para que nos
edifiquen día y noche y por siempre.
Es por eso, que la oración de Dios, hecha en el nombre del
Señor Jesucristo, ha traído siempre bendición tras bendición,
milagro tras milagro, maravillas tras maravillas, para
cambiar e enriquecer la vida del hombre, en todos los lugares
de la tierra, para gloria y honra infinita de nuestro Dios
que está en los cielos. Porque ha sido la oración hecha en el
nombre del Señor Jesucristo que ha perdonado pecados; ha
sanado a los enfermos de todas sus enfermedades y hasta ha
levantado de los muertos, a los que ya no tenían vida alguna
en sus cuerpos perdidos en el polvo y en las tinieblas de la
muerte eterna, por ejemplo.
Porque por medio de la oración, sólo hecha a nuestro Dios, en
el nombre sagrado del Señor Jesucristo, entonces los cojos
caminan; los ciegos ven; los sordos oyen; los mudos hablan y
hasta las enfermedades más terribles de la vida del hombre
tienen que salir de sus cuerpos, para dejarlos libres. Libres
para siempre y para Dios, porque nuestro Dios los ha creado
libres en sus manos santas, desde el comienzo de todas las
cosas, en el cielo, para el servicio santo de Él mismo y de
su nombre glorioso, en la tierra y en el paraíso, también,
eternamente y para siempre.
Por todo ello, la oración ha sido siempre una parte muy
importante en la vida del Señor Jesucristo, en el cielo y en
la tierra, para Él entonces poder vencer al mundo y sus
muchas tinieblas, para finalmente cumplir la Ley de Dios y de
Moisés en su vida, para bien de Israel y de las naciones de
la humanidad entera. Y después de nuestro Señor Jesucristo
haber orado muchas veces delante de nuestro Padre Celestial
para bien de Israel y de la humanidad entera durante su vida,
entonces en su ultimo día de vida cerro su vida con una
oración levantada al cielo, para pedirle al SEÑOR que perdone
el pecado de los pecadores, porque no saben lo que hacen.
Y después de haber orado por los impíos, entonces entrego su
espíritu a Dios en el cielo, diciéndole: Padre Mío a ti
entrego mi espíritu, y murió. Y al morir, Él no fue al cielo,
sino que descendió al mundo bajo de los muertos, para
presentarse en la oración del SEÑOR, a todos los que habían
vivido en la antigüedad. Y así entonces manifestarles a
ellos, lo prometido: la gloria del nombre de nuestro Padre
Celestial en su vida, para bien de muchos en la tierra y en
el paraíso, eternamente y para siempre, con una vida nueva,
la cual jamás ha de tener fin en él ni en su nuevo reino
celestial de Dios y de su humanidad infinita.
Y, hoy en día, hay muchas oraciones en tu corazón que tienen
que salir de ti, para Dios en el cielo, para alcanzar mucho
bien en tu vida y en la vida de muchos, mi estimado hermano y
mi estimada hermana. Pero cada una de estas oraciones ha de
salir de tu corazón para enriquecer tu vida corporal e
espiritual, sólo en el nombre sagrado del Señor Jesucristo.
De otra manera, ninguna de tus oraciones, de las que están en
tu corazón y en tu espíritu humano, jamás han de salir de ti
para hacer muchas cosas, grandes y pequeñas, en tu vida y en
la vida de muchos, si no es en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo.
Porque el Señor Jesucristo es la única verdad y justicia de
Dios en el cielo, para complacer su corazón y su alma santa,
eternamente y para siempre. Pues así también contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, el Señor Jesucristo
es tu única verdad y tu única justicia infinita delante de
Dios en el cielo y en la tierra, para comunicarte con Él y
recibir cada una de tus muchos bienes eternos. Como, por
ejemplo, bendiciones de milagros, maravillas y hasta de
prodigios para enriquecer tu corazón, tu alma, tu espíritu y
toda tu vida, en esta vida y en la venidera, también, como en
el nuevo reino de los cielos, eternamente y para siempre.
Por esta razón, les digo que todo por lo cual oren y pidan,
crean que lo han recibido, y les será hecho, les decía el
Señor Jesucristo a sus apóstoles y discípulos, por igual, en
todo todos los lugares, a donde iba en Israel: predicando y
enseñando la palabra de Dios y de sus poderes curativos para
todos ellos. Porque así como los israelíes, pues, también los
gentiles tenían que entender en sus corazones, que el poder
de la oración celestial, estaba en ellos, sólo en la
invocación de su nombre santo, es decir, si sólo creían en
sus corazones y le confesaban con sus labios en todo momento
delante de su presencia: como único Creador de sus vidas. ¡
Bendito sea el Señor Jesucristo en nuestras vidas!
Entonces cuando Jesucristo les hablaba así, realmente les
hablaba con la autoridad y los poderes especiales del cielo,
los cuales habían descendido de Dios con Él, para bien de
muchos en Israel y en toda la tierra, también, para que
tengan vida y mucho más por medio de la oración sólo hecha,
en el nombre de su unigénito, por ejemplo. Porque la oración
hacia Dios, hecha en el nombre sagrado de su Hijo amado, el
Señor Jesucristo, es poder, en el paraíso y en cualquier
lugar de la tierra, eternamente y para siempre, para el bien
del corazón y de la vida del hombre, de la mujer, del niño y
de la niña de la humanidad entera.
Poderes de los cuales nuestro Padre Celestial mismo se los
había delegado primero a su Espíritu Santo, en los primeros
días de génesis (génesis 1:2), para que sean regados por toda
la tierra, para dar vida en abundancia, a los que vivían en
las profundas tinieblas del polvo de la muerte en el más
allá, por ejemplo. Porque la palabra de Dios y de su Espíritu
Santo es realmente la semilla que la da vida en abundancia a
todo ser viviente, en el paraíso y en toda la tierra,
también, sólo por medio del Árbol de la vida, ¡el Señor
Jesucristo!
Es decir, que ésta es la palabra de Dios, la cual da vida en
abundancia a todos sus seres creados por su palabra, por su
nombre santo y por sus manos sagradas, en toda la creación
infinita, del ayer y de siempre. Por lo tanto, la palabra de
Dios es poder para dar vida y salud infinita, en nuestros
corazones y en nuestras almas eternas, también, día y noche,
sólo cuando le oramos a nuestro Dios, en el nombre sagrado de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Dado que, la oración hecha a nuestro Dios, como los ángeles
del cielo lo han venido haciendo desde los días de la
antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo, ha sido
siempre en el nombre del Árbol de la vida, el Señor
Jesucristo, ni más ni menos, para que Dios entonces les
conteste sus oraciones, como de costumbre. De otra manera,
Dios no ha de contestar jamás la oración del ángel y así
también del hombre del paraíso y de la tierra, como a Lucifer
y a sus ángeles caídos, por ejemplo.
Porque ellos se acercaron a Él, por medio de su propio
nombre, o por el nombre de Lucifer; y fue aquí, en donde
ellos tropezaron con la verdad y con la justicia infinita de
nuestro Dios, en la tierra y en el cielo, también, para mal
de sus vidas, en el lago de fuego, eternamente y para
siempre. Porque sólo en el espíritu del Árbol de la vida, su
Hijo amado, es que realmente hay verdad y justicia infinita
para cada ángel, arcángel, serafín, querubín y demás seres
santos del cielo, como hombres del paraíso y de aquellos
hombres y mujeres del mundo entero de hoy en día, que creen
en Jesucristo en sus corazones, por ejemplo.
Por lo tanto, sus nombres están escritos en "el libro de la
vida" en el cielo, sólo por haber hecho una oración simple,
tan simple como siempre orando en sus corazones y con sus
labios delante de su Dios, únicamente en el nombre milagroso
y eternamente sobrenatural del Señor Jesucristo. Realmente,
ésta es la palabra creadora de Dios y de su Árbol de vida, en
la tierra y en la eternidad venidera del nuevo reino de Dios
y de sus huestes celestiales de ángeles y de hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, que habita en
nuestros corazones, sólo para agradar a toda verdad y
justicia de Dios. Y sin esta bendición de la verdad y de la
justicia del Señor Jesucristo no podemos orar a Dios; ni Él
nos podrá jamás oír nuestras oraciones, ni menos
contestarlas, para siempre.
Entonces la verdad y la justicia del Señor Jesucristo es para
nuestras vidas, es decir, para nuestros corazones; por lo
tanto, Lucifer no las puede tocar ni menos remover de ninguna
manera, ni por ningún poder de lo alto ni de lo bajo. Porque
el nombre del Señor Jesucristo reina en nuestras vidas, desde
el día y la hora que nosotros oramos a nuestro Dios, y le
pedimos que su Hijo amado sea parte de nuestras vidas,
eternamente y para siempre, en la tierra y en el paraíso,
también.
Es por esta razón, que en cada uno de nosotros, en nuestros
millares, de todas las familias de la humanidad entera, hay
poder sobrenatural de gracia y de misericordia infinita
delante de Dios y de su Espíritu Santo, cada vez que oramos e
invocamos el nombre sagrado del Señor Jesucristo en nuestras
vidas. Y es realmente ésta oración de fe, la cual mueve a
Dios, mueve montañas, levanta a los muertos y, por ende, sana
todos los males del hombre, mayores y menores, en todos los
lugares de la tierra y hasta en el mismo paraíso, también, si
así fuese necesario hacerlo con nuestras oraciones humanas,
por ejemplo.
Es por eso, que Dios requería de Adán y Eva ha que comiencen
del fruto de vida eterna, su Hijo amado, el Señor Jesucristo,
en oración para que tengan poder y gracia de bendición y de
vida eterna por siempre, en todos los lugares de su creación
celestial e infinita, para bien infinito de sus
descendientes, en sus millares incontables. Por lo tanto, es
la palabra de Dios la cual nos da vida y nos bendice, a la
vez, para llenarnos más de la gloria y de las grandezas de
Dios, en el paraíso y por toda la tierra, también, porque
nuestras oraciones, son eternas, en el nombre del Señor
Jesucristo, trayendo siempre: milagros tras milagros a
nuestras vidas infinitas.
Y estas grandezas y glorias infinitas de Dios no son nada
comparadas con las que los ángeles han conocido, a través de
los siglos y hasta nuestros días, por ejemplo, en el cielo,
en el paraíso y en toda la nueva creación de Dios, en el más
allá, como La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del reino
mesiánico, por ejemplo. Porque todas las nuevas grandezas y
glorias de santidades de justicia y de verdades eternas, las
cuales han sido alcanzadas en los corazones de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, únicamente de los
que han creído en el nombre sagrado y antiguo del Señor
Jesucristo.
Es más, estas son las grandezas y las glorias de las cuales
jamás ningún ojo de ángel ni del hombre del paraíso o de la
tierra ha visto, pero están allá, en los nuevos lugares
eternos de Dios y de su Árbol de vida eterna. En las nuevas
tierras con nuevos cielos para los ángeles y para la
humanidad entera, gracias a las oraciones de los hombres,
mujeres, niños y niñas de la fe, del nombre del Señor
Jesucristo, de los tiempos de la antigüedad y de nuestros
días, también, por ejemplo, como hoy en día contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana.
Por eso, para nuestro Padre Celestial cada oración es de
mucha importancia en el vivir del día a día del hombre en la
tierra y en el paraíso, también, para su nueva vida infinita,
en el más allá, como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta
del nuevo reino celestial. Y cada una de estas oraciones de
los hombres, mujeres, niños y niñas de la fe, del nombre del
Señor Jesucristo, está asegurada en alguna de sus muchas
copas de oro en el cielo, para nuestro Dios recordarlas por
siempre y así jamás olvidarlas pase lo que pase en la nueva
eternidad venidera.
Entonces si crees que tus oraciones no llegan al cielo, a
donde está nuestro Dios, realmente te has equivocado también
ésta vez, como de costumbre, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, para mal de tu vida y de muchos más en tu
derredor, por ejemplo, como familiares y hasta amistades, de
los que están cerca o lejos. Porque el poder del espíritu de
la fe viva, actúa en tu vida y delante de Dios con poder del
cielo, de acuerdo a cómo crees en tu salvador celestial, el
Señor Jesucristo, en tu corazón y en toda tu vida, también.
Porque cada una de nuestras oraciones, hechas en el nombre
del Señor Jesucristo, si llega al cielo y a los oídos y
atención infinita de nuestro Dios, para contestarnos ya, cada
una de ellas y de nuestras peticiones, ruegos, aclamaciones,
intercesiones, etc., para enriquecer nuestras vidas y no para
hacernos ningún mal, por ejemplo. Porque nuestro Dios jamás
le ha hecho mal a nadie, ángel del cielo u hombre del paraíso
o de la tierra, sino todo lo contrario. Ha sido el ángel
caído o el hombre rebelde que ha ofendido a Dios y a su Árbol
de vida eterna, el Señor Jesucristo. Como ejemplo, podemos
ver a Cristo sufriendo por cada uno de nosotros en el
Calvario, la jordana agobiante a la muerte para luego
resucitar a la vida eterna, en el Tercer Día.
Entonces nuestro Dios nos oye siempre, porque él es muy rico
en todas las cosas del cielo y de la tierra, para perdonar,
ayudar y bendecir a todos sus pueblos de la humanidad entera,
de los que le aman y le adoran a Él, en el espíritu y en la
verdad viviente de su palabra viva y milagrosa. Y ésta es la
palabra de Dios, la cual su Hijo amado nos la ha traído a la
tierra, para que entré en nuestros corazones y en nuestras
vidas, también, para manifestar cada una de las maravillas,
milagros y prodigios de los cielos y de toda la tierra,
también, para gloria y para honra infinita de su nombre
santo.
Porque la palabra de Dios tiene que glorificar y honrar el
nombre sagrado de nuestro Dios, por inicio, en nuestros
corazones y en nuestras vidas día y noche y por siempre, en
la tierra y en la eternidad venidera del nuevo reino de los
cielos, en el más allá. Porque ésta santidad, ésta gloria
infinita, sólo le pertenece a nuestro Padre Celestial en
nuestros corazones y en nuestro diario vivir en la tierra o
en el paraíso, sólo por medio de la vida sagrada de su Hijo
amado, ¡el Cristo de Israel y de la humanidad entera!
Porque realmente es imposible que la palabra viva de nuestro
Dios no glorifique a nuestro Padre Celestial en nuestros
corazones y en nuestras vidas, gracias a la verdad y a la
justicia infinita del Señor Jesucristo actuando día y noche
en nuestros corazones y en nuestras vidas de siempre,
también, para alcanzar aun glorias nuevas e infinitas para
Dios. Por eso, el Señor Jesucristo nos ha enseñado, a través
de su palabra viva, de que todo lo que le pidamos al SEÑOR,
entonces lo tenemos que hacer únicamente por los poderes
sobrenaturales de su nombre, para que todo lo que queramos en
nuestras vidas, se hagan realidad ya, o lo más antes posible,
para nueva gloria de nuestro Dios.
Por lo tanto, está de parte de nosotros mismos creerle al
SEÑOR, por todo lo que le pidamos en oración, para que sea
hecha una realidad, cada una de nuestras peticiones, ruegos,
intercesiones, suplicas y demás, por ejemplo, para alcanzar
nuevas glorias a su nombre santo. Para que nunca nos falte
ningún bien, en la tierra ni menos en el más allá, como en el
nuevo reino de los cielos de su gran ciudad celestial: La
Nueva Jerusalén Santa y Eterna del cielo.
Por eso, la oración debería ser parte cotidiana de nuestras
vidas, para alcanzar siempre lo inalcanzable o lo imposible,
por ejemplo, en nuestros corazones y en nuestras vidas de
siempre, en toda la tierra. Porque la verdad es que el
espíritu del hombre es muy fuerte, ya que viene de Dios a Él
y de su Espíritu Santo; pero su carne es débil, por falta de
los poderes, de los ingredientes espirituales del espíritu de
la sangre viva del Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!
EL ESPÍRITU HUMANO ES FUERTE, PERO SU CARNE ES DÉBIL, SIN
CRISTO
Por eso, cuídense muchísimo, pues, oren sin cesar día y
noche, también, para que no entren en el mal de sus tinieblas
ni (de las tinieblas) de nadie, tampoco, para que no pierdan
nunca ningún bien de la tierra ni ninguna bendición del
cielo. Porque el enemigo eterno de nuestras vidas y de
nuestras almas vivientes, siempre está rondando como león
rugiente: hambriento y sediento para ver a quien devorar y
destruir con sus mentiras de siempre, como las (mentiras) del
paraíso, por ejemplo, con Adán y Eva y la serpiente antigua.
Y los que no están con sus corazones y sus mentes en Dios y
en su Jesucristo, entonces son vulnerables a sus artimañas y
a sus ataques destructivos de sus corazones, de sus espíritus
y de sus almas eternas, también. Es por eso, hacerle siempre
al enemigo alejarse de uno (y de los nuestros también), con
una oración, por más pequeña que sea, no importa, porque
realmente tiene igual de poder delante de Dios, en el nombre
sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para
protegernos de las tinieblas más terribles y destructibles
del más allá.
Entonces hagamos como el Señor Jesucristo les dijo a sus
apóstoles, en sus momentos más cruciales de su vida mesiánica
en Israel: Cuando les dijo con autoridad celestial, por
ejemplo: Oren conmigo a nuestro Padre Celestial que está en
los cielos, para que me de fuerzas y me guié a hacer su
voluntad perfecta y no la mía, en Israel. Porque la verdad es
que el espíritu del hombre realmente está dispuesto para
hablar con Dios, por medio de su espíritu y la oración, en el
nombre sagrado de su Hijo amado, pero su carne es débil, por
la presencia constante del pecado original de las primeras
palabras mentirosas de Lucifer y de su serpiente antigua del
Edén, por ejemplo.
Visto que, Lucifer siempre ha sido el padre de toda mentira y
enemigo eterno a la oración y a la alabanza de gloria y de
honra a nuestro Dios que está en los cielos, hecha siempre en
el nombre sagrado del Señor Jesucristo en nuestros corazones
y con nuestros labios, por ejemplo. Y cuando nosotros no
queremos servirle al SEÑOR, es porque realmente el mismo
espíritu del enemigo nos hace hacer todas las cosas que no
van con lo que Dios desea en nuestras vidas, para honrarle y
para exaltarle a Él, en su nombre santo, como debió de ser
así con Adán primero en el paraíso, por ejemplo.
Entonces son estas mismas palabras de Adán que aun viven en
nuestros cuerpos corporales e espirituales, los que nos
causan problemas constantes entre nuestros corazones y el
corazón sagrado de Dios en la tierra por su palabra y en el
cielo por su nombre y por su Espíritu Santo, por ejemplo.
Porque el conflicto entre Adán y Dios es el mismo de los
primeros días del paraíso, ni más ni menos, en toda la tierra
y en cada uno de nosotros, seamos hombres, mujeres, niños o
niñas de la humanidad entera, para no obedecerle a Él y comer
de su fruto de vida infinita, su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo!
Puesto que, el corazón y el espíritu humano que hemos
recibido de parte del Creador de nuestras vidas ama mucho,
por inicio, a su Espíritu Santo y a la vida gloriosa del
Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!, pero la carne que ha
sido engendrada en el pecado original de Adán es muy débil,
para obedecer a su fruto de vida.
Entonces ésta es una lucha espiritual, la cual no termina
nunca; porque comenzó con Adán y jamás termino con ninguno de
sus descendientes, ni aun con el Señor Jesucristo en Israel o
de nuevo de regreso al epicentro del paraíso, por ejemplo. En
el paraíso, en donde Adán peca en contra del Señor Jesucristo
y de Dios, también; y desde ese lugar decide descender a la
tierra el Señor Jesucristo para defender a Adán y a sus
descendientes del mal del pecado y de su muerte eterna, en el
infiero o en el lago de fuego, en el más allá.
Porque el Señor Jesucristo tuvo que sufrir mucho, en su vida
y en sus oraciones hacia Dios por éste conflicto espiritual
del paraíso y del hombre por no haber comido ni bebido de su
fruto de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! En
verdad, esto ha sido un conflicto que nunca ha terminado,
desde que comenzó en el corazón y en la carne de Eva y de
Adán, en el paraíso, para luego seguir en nuestros corazones
y en nuestras vidas con sus mismos poderes y males de
siempre, para seguir haciéndonos daño delante de Dios y de su
Árbol de vida.
Aquí es cuando el espíritu rebelde del corazón del pecador y
de la pecadora, en vez de alzar sus ojos al cielo, en donde
está el altar de Dios y su Trono santo para honrar a su
Creador y al salvador infinito de su alma eterna, entonces
pone su mirada en ídolos e imágenes de talla, por ejemplo. Y
esto es, realmente, para no comer, espiritualmente hablando,
de la comida y de la bebida de la vida eterna, el Cristo de
Israel y de la humanidad entera, para mal de su vida y de
muchos también en toda la creación de Dios y de sus huestes
celestiales.
Pues entonces así como el pecador y la pecadora comienzan
hacer sus oraciones, sus ruegos, sus peticiones, sus
intercesiones en vano, porque nuestro Dios simplemente no los
oye. Nuestro Dios no oye al pecador, ya que el espíritu del
fruto de la vida eterna no está en él ni en ninguno de los
suyos, tampoco, así como jamás estuvo en el corazón de Adán
ni de Eva, en el paraíso para que oiga sus palabras y los
bendiga en el nombre sagrado de su Hijo amado.
Porque la realidad es que nuestro Padre Celestial nos quiere
bendecir con todas las fuerzas de su alma y de su corazón
santísimo, con el nombre sagrado de su Árbol de vida, el
Señor Jesucristo, desde la misma creación del paraíso y del
cielo, pero si no estamos con su Hijo amado no hay nada de
nada, para siempre. Es decir, si no creemos en su nombre
santo y milagroso, entonces: ¿Cómo nuestro Dios nos va a
bendecir y, a la vez, ha llenarnos de los bienes de los
poderes sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo, por
ejemplo?
En aquel entonces, esto fue imposible para Dios hacer en el
paraíso con Adán y Eva, y así también para cada uno de
nosotros en toda la tierra, por más que Él lo desee hacer así
en su corazón santísimo con cada uno de nosotros, en nuestros
millares, en toda la tierra, en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo. Pero, sin embargo, si creemos en nuestros
corazones y así confesamos con nuestros labios el nombre
sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, entonces
nuestro Dios nos puede perdonar, ayudar en muchas cosas;
bendiciéndonos grandemente con muchas de sus riquezas del
cielo y de la tierra, también y aun hasta de lugares que no
conocemos nosotros del más allá.
Por cierto, bendiciéndonos con todos los poderes
sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo día y noche
y sin cesar jamás por ninguna razón, para que nuestros
corazones crezcan y se llenen de muchas de las cosas que
siempre hemos deseado tener y gozar en nuestras vidas, desde
los días de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo.
Por lo tanto, nuestro Dios ya no puede quedarse sin hacer
nada por nosotros, sino por lo contrario.
Ahora nuestro Dios nos puede perdonar y bendecir
profundamente y sobrenaturalmente, desde su trono santo en el
cielo, en el nombre sagrado de su Hijo amado, porque le hemos
creído a Él, por su fruto de vida eterna, y no hemos sido
rebeldes como Adán y Eva en el paraíso con Él, por ejemplo.
Es por eso, que la palabra de Dios y el nombre sagrado de su
Hijo amado son muy importantes, en el corazón y en la vida de
cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, para
superar el mal de la carne, por sus debilidades y por su
enlace a los poderes del pecado de Lucifer, por ejemplo.
Porque es Cristo y el espíritu de su sangre santísima los
cuales rompen cada uno de estos males en nuestras vidas, para
cambiarlas por muchas de las bendiciones del cielo y así ya
no nos sigan haciendo daño, como antes, como cuando Cristo y
su palabra no vivían en nuestros corazones, por ejemplo, en
el poder sobrenatural de la oración. Es decir, que la mentira
de Lucifer dejara de existir y de tener influencias y poderes
en nuestras vidas, para ya no seguir haciéndonos ningún mal,
como los que Adán y Eva sufrieron en el paraíso, o como los
males habituales que han azotado tu vida, sin que tú
entiendas nada, o el porqué de estas cosas, por ejemplo.
Porque es éste espíritu de mentira y de muerte eterna, el
cual siempre nos tiene sujetos a la voluntad del corazón
perdido del primer pecado de Lucifer y de la serpiente
antigua del Edén, pero la sangre de Cristo les ha puesto fin
eternamente y para siempre, para que jamás nos vuelvan hacer
ningún mal. Puesto que, las palabras de mentira y de muerte
eterna de Lucifer, las cuales contaminaron no sólo el corazón
de la serpiente del Edén, sino que también contaminaron el
corazón de Eva y luego el de Adán y de cada uno de sus
descendientes, en sus millares, en toda la creación
celestial, a pesar del tiempo transcurrido, aun está vigente.
Éste es un espíritu rebelde del paraíso, y no de la tierra ni
aun del infierno, el cual sólo el mismo espíritu de la sangre
de Cristo lo puede destruir, en tu corazón y en tu vida,
también, mi estimado hermano, desde hoy mismo y para siempre,
en la eternidad venidera, si tan sólo crees en Él, en tu
redentor. Y esta es la eternidad de la nueva época celestial
de Dios y de su Árbol de vida eterna, rodeado por siempre de
sus ángeles del cielo y de su nueva humanidad infinita,
redimida por el poder de la oración hacia Él, el Santo de
Israel, en su nombre sagrado de toda la vida ¡el Señor
Jesucristo!
En realidad, éste espíritu de rebelión y de desobediencia al
fruto de vida eterna de Dios y de su Árbol de vida aun vive
en la carne del hombre de pecado y de la mujer de pecado,
también, para seguir haciendo el mismo mal de siempre, como
el del paraíso, por ejemplo, para destruir por siempre toda
vida humana. Y así nuestro Dios que está en los cielos, ya no
sea más honrado y glorificado en perfecta santidad y honra de
la vida gloriosa de su Árbol de vida, como los ángeles lo han
venido haciendo, desde tiempos inmemoriales y hasta nuestros
días, en el cielo y hasta en la tierra, también, aunque no lo
crea así, mi estimado hermano.
Porque la verdad es que aun los ángeles del cielo, a veces,
por permiso de Dios mismo, descienden a la tierra y se unen
en alabanzas de gran gloria y de gran honra al nombre sagrado
de nuestro Dios entre los hombres, mujeres, niños y niñas, de
bien y de buena voluntad de todas las familias de la tierra,
por ejemplo, en el nombre del Señor Jesucristo. Y los
ángeles, a veces, hacen estas cosas sobrenaturales entre los
hombres de la tierra, para exaltar alguna gloria o alguna
honra sublime entre los pecadores y las pecadoras
arrepentidos de sus pecados, y que se han entregado a la vida
santa y eternamente honrada del Árbol de la vida.
Es decir, entregarse al Señor Jesucristo para cumplir toda
verdad y toda justicia en sus corazones y en sus vidas, a
pesar de la presencia terrible de las profundas tinieblas de
Lucifer y de sus ángeles caídos en la tierra y en el bajo
mundo, también, por ejemplo. Porque toda verdad y toda
justicia tiene que cumplirse en el corazón del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña de todas las razas, pueblos,
linajes, tribus y reinos de la tierra, en el nombre del Señor
Jesucristo viviendo en sus corazones eternos, para entrar
entonces desde ya a la vida infinita del nuevo reino de Dios.
Entonces es bueno para el hombre siempre orar a su Dios en el
nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para no
caer en la tentación del pecado de su propio corazón y de los
demás, también. Porque el pecador y la pecadora es realmente
tan culpable de sus pecados, como los de los demás, por
ejemplo. Es como Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo: Eva
fue quien primero peca al comer del fruto prohibido del árbol
de la ciencia del bien y del mal, pero toda la culpa recayó
sobre Adán y no tanto sobre la mujer.
Pues así es, hoy en día, en toda la tierra, ya que porqué
otros pecan, esto no significa que el mal del pecado no te
tocara a ti, sino por lo contrario. En realidad, el pecado de
otros también puede tocarte y hacerte daño, también, tanto
daño como el que lo cometió o comenzó, por ejemplo; es por
eso que necesitas siempre orar al SEÑOR, en el nombre sagrado
de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para que ningún mal o
pecado de otro u otros toque tu vida, por ninguna razón.
Porque el espíritu de la oración hecha en el espíritu de la
verdad y de la justicia infinita del nombre del Señor
Jesucristo, entonces puede mucho delante de Dios y de su
Espíritu Santo, para perdonar, para ayudar y para bendecir a
cualquier hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera
en toda la tierra, hoy y siempre. Pues bien, si te mantienes
en oraciones, cortas o largas, en el nombre del Señor
Jesucristo, delante de tu Dios y Creador de tu vida, entonces
ningún mal ha de tocar tu morada ni menos tu vida,
eternamente y para siempre, en la tierra ni menos en el
paraíso.
TODO AQUEL QUE LE PIDE A DIOS EN EL NOMBRE DE JESÚS, ENTONCES
RECIBE
Y yo les digo, les decía el Señor Jesucristo a sus apóstoles
y discípulos, en todos los lugares de Israel, cada vez que
predicaba la nueva vida venidera del reino de Dios y de su
justicia infinita: Pidan; pidan sin dudar en sus corazones, y
se les dará. Busquen y hallaran alimento paras sus cuerpos y
para sus almas infinitas. Llamen, y se les abrirá la puerta
del cielo, para que sus bendiciones desciendan a sus vidas
día y noche y por siempre en la eternidad venidera.
Dado que, todo aquel que pide recibe, y el que busca
encuentra, y al que llama se le responderá y se le abrirá las
ventanas de los cielos y su puerta también de su nueva vida
infinita, en la tierra y en el nuevo reino de Dios y de su
Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Porque lo que Dios ha creado, ha sido para que el corazón y
el alma del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la
humanidad entera, lo disfruten por siempre, siempre alabando
y honrado a su Dios y a su Jesucristo en sus corazones, en
todos los lugares de la tierra y en el paraíso, también.
Para que de esta manera, no les falte nunca ningún bien en
sus vidas, en la tierra ni menos en el paraíso, eternamente y
para siempre. Porque así como hay abundancias de todas las
cosas en el cielo, pues, también en todos los lugares de la
tierra; y nuestro Dios se los entrega todo día y noche a los
que le aman a Él, en el espíritu y en la verdad del espíritu
de la sangre y de la vida eterna de su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo!
Puesto que, sólo el Señor Jesucristo es la oración perfecta
del corazón del hombre para agradar a su Dios y Fundador de
su vida, en toda verdad y en toda justicia infinita, en la
tierra y en el paraíso, también, eternamente y para siempre.
Y como nuestro Dios ama a la oración, entonces nos ama a cada
uno de nosotros, en nuestros millares, de todas las razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de toda la tierra, desde la
antigüedad y hasta aun más allá de la eternidad venidera, por
ejemplo.
Y nuestro Dios nos ha de seguir amando mucho más que antes en
la eternidad venidera, en nuestros nuevos lugares del cielo,
por amor a la oración perfecta de su corazón, su fruto de
vida, su Hijo amado, el Árbol de la vida eterna. Porque,
además, nuestro Dios está muy interesado en que cada uno de
nosotros se comunique con Él, sólo por medio de su Hijo
amado, para así entonces responderle adecuadamente en todo lo
que le pida, en esta vida y en la venidera también.
Ya que, sólo Dios puede contestar la oración del hombre,
hecha en el nombre del Señor Jesucristo para alcanzar
grandezas y perfecciones jamás alcanzadas por los corazones
de los ángeles ni menos por el pecador del paraíso o de la
tierra, como Adán y Eva, por ejemplo, sin la ayuda idónea del
Espíritu Santo y de su Hijo, el Cristo. Es por eso, que el
Señor Jesucristo y el Espíritu Santo son muy importantes en
nuestros corazones, en nuestras oraciones y en nuestro diario
vivir, en la tierra y así también en el cielo, como en La
Nueva Jerusalén Santa e Infinita del nuevo más allá de Dios y
de sus ángeles celestiales y su nueva humanidad infinita de
siempre.
Por esta razón, nuestro Dios es bueno y siempre está listo
para suplirnos cada una de nuestras necesidades, sólo por
medio de sus muchos frutos de vida y de salud infinita de su
Árbol Viviente, su Hijo amado, el Señor Jesucristo. Y, hoy en
día, Dios desearía suplirte muchas de tus tantas necesidades
(en tu vida y en la de los tuyos, también), si sólo tu
corazón confiaría en Él, por medio del espíritu del amor y de
la sangre bendita de su Hijo amado, el Señor Jesucristo.
En vista de que, mayor nombre bendito y milagroso, como el
nombre del Señor Jesucristo no había para Adán ni para Eva,
en el paraíso. Pues así también en tu vida de hoy en día, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, para Dios comenzar a
oír tu oración y bendecir tu vida por siempre en su
Jesucristo, en la tierra y de nuevo eternamente y para
siempre, en tu nueva vida infinita del paraíso y de La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo.
Porque en el cielo, Dios siempre ha oído desde siempre cada
una de las oraciones y también de las alabanzas de sus
ángeles, arcángeles, serafines, querubines y demás seres
santos, en el nombre de su Hijo amado; y sin el nombre del
Señor Jesucristo, nuestro Dios jamás ha oído la oración ni la
alabanza de ninguno de sus ángeles. Y fue aquí que Lucifer
con sus ángeles caídos peca delante de Dios y de su Árbol de
vida eterna, por vez primera.
Porque los ángeles caídos trataron de acercarse a Dios con
sus oraciones y con sus supuestas honras a Él, en el nombre
desconocido y hasta inicuo de Lucifer, para airarle y hasta
el punto que ya no podían permanecer en su presencia santa ni
sólo momento más. Porque la verdad y la justicia del Señor
Jesucristo no se encontraban en ninguno de ellos, en sus
millares, que llenaban los cielos, sino sólo tinieblas de sus
falsas palabras, de engaño y de muerte eterna solamente, para
el juicio final de Dios para los rebeldes a su nombre santo,
en el cielo y en toda la tierra, también.
En verdad, nuestro Dios jamás pudo realmente bendecir a
ninguno de los ángeles caídos, en sus millares, en todos los
lugares del reino de los cielos, hasta que se perdieron para
siempre, comenzando con Lucifer, por ejemplo, porque en sus
palabras no estaba el espíritu de vida y de la verdad eterna,
¡el Señor Jesucristo! Y cuando Adán y Eva le hablaban a Dios
en el paraíso después de haber consumado el fruto prohibido,
pues tampoco en ellos Dios encontró el espíritu del nombre
del Señor Jesucristo en sus palabras, para mal eterno de
muchos, comenzando con ellos mismos.
Entonces nuestro Dios puso a Adán y a Eva en el paraíso, para
que ellos hablasen con Él en el espíritu de la oración, por
medio de su fruto de vida de su Árbol Viviente, su Hijo
amado, el Señor Jesucristo. Y Adán ni Eva jamás entendieron
en sus corazones, en el comienzo de sus vidas, de que tenían
que creer en sus corazones y confesar con sus labios el
espíritu del nombre milagroso y todopoderoso del Señor
Jesucristo, para bien de sus vidas y de los suyos también
eternamente y para siempre, en toda la creación celestial.
Porque en el paraíso, Dios quería suplirle cada una de las
necesidades de Adán y de sus descendientes, comenzando con
Eva, sólo por medio de la oración y de su Árbol de vida
eterna, el Señor Jesucristo. Y sin el fruto del Árbol de vida
eterna, entonces Dios no podía darle nada de nada a Adán ni a
Eva tampoco.
Y, hoy en día, ésta misma máxima del paraíso y de la vida de
Adán y de Eva es una verdad viva y constante en cada uno de
nosotros, en todos los lugares de la tierra, como
descendientes directos y eternos de cada uno de ellos, en el
cielo y en la tierra, también. Porque la verdad es que somos,
cada uno de nosotros, en nuestros millares, en todas las
naciones de la tierra: descendientes directos de Adán en el
paraíso, para conocer por siempre "la oración y la vida
eterna de Dios y de su Árbol de vida", por el poder
sobrenatural del espíritu de su palabra y de su nombre santo.
Por cuanto, fuera del Señor Jesucristo para Dios y así
también para cada ángel del cielo no hay otra vida igual, en
el paraíso ni menos en ningún lugar de toda la creación, como
la tierra de nuestros días y de la tierra nueva con nuevos
cielos venideros del más allá, por ejemplo, como La Nueva
Ciudad Celestial del reino. Es por eso, que es muy importante
la oración hecha, sólo en el nombre del Señor Jesucristo en
nuestro corazón para nuestro Padre Celestial que está en los
cielos sentado gloriosamente sobre su trono de la gracia y de
la misericordia infinita, para todo aquel que crea en Él, por
amor a Jesucristo.
Y el Señor Jesucristo les enseñaba a las gentes a siempre
pedirle a Dios todo lo que necesiten, en sus vidas, pero sólo
por el poder de la oración en su nombre santo; y sin la
oración y sin su nombre santo, entonces Dios nos les iba a
conceder nada de nada a ninguno de ellos, jamás. Porque es
sólo Dios quien suple las necesidades de los pueblos,
naciones reinos y, por supuesto, a cada ángel del cielo y así
también a cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, en la invocaron del nombre sobrenatural de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!
Visto que, por medio de Él mismo, siendo el Árbol de la vida
del paraíso y del reino de los cielos, el Señor Jesucristo,
pues así también para toda vida en todos los lugares de la
tierra, y aun hasta para toda vida de las que están
escondidas debajo de las aguas de la tierra, como los mares,
por ejemplo. Es decir, que sólo en el Señor Jesucristo
nosotros tenemos todo lo que necesitamos de Dios y de su
Espíritu Santo, para nuestros corazones y para nuestras vidas
terrenales y celestiales, también, en el más allá, en
nuestros nuevos lugares eternos del cielo.
En la nueva tierra con nuevos cielos infinitos, de los cuales
jamás han conocido la maldad del pecado ni la muerte del
ángel caído ni del hombre pecador de toda la tierra, sino que
sólo conocen del nombre de Dios y de su espíritu de verdad y
de la justicia infinita de su Árbol Viviente, su Hijo amado,
¡el Cristo! En otras palabras, nuestro Dios es muy rico en
los cielos y en la tierra, también, y nos quiere dar muchas
cosas, si tan sólo se lo pedimos a Él, en oración y en el
nombre sagrado de su Hijo amado.
Para que entonces muchos poderes sobrenaturales de los dones
de su Espíritu Santo, poderes y autoridades que nuestro Dios
ya le entrego al Espíritu Santo para que nos bendiga a cada
uno de nosotros, en toda la tierra, si tan sólo creemos en
Él, en oración y en el nombre sagrado de su Hijo amado, el
Señor Jesucristo. Eso es todo, lo que Dios siempre ha
requerido de cada uno de nosotros, en todos los lugares de la
tierra, para amarnos y para bendecirnos en todas nuestras
cosas, como siempre lo ha hecho con sus ángeles del cielo,
por ejemplo.
Y, además, en ésta vida nueva, los ángeles y así también los
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
redimida de sus pecados por su oración de fe, hecha en el
nombre del Señor Jesucristo delante, sólo servirán a su Dios
y a su Espíritu, en los frutos de vida, ¡el Señor
Jesucristo!, para jamás volver a morir. Y esto es algo que
debió de ser así, desde el comienzo de todas las cosas, en el
paraíso, con Adán y Eva, por ejemplo, para bien y salud
eterna de muchos en el cielo y en toda la tierra, eternamente
y para siempre.
Pero Lucifer tronco el plan de Dios, como sabemos por la
escritura, no para siempre, sino por un corto tiempo, para
luego volver todo a la normalidad en los días postreros, con
nuevas tierras y nuevos cielos habitados por ángeles y así
también por su humanidad de siempre, si tan sólo creemos en
Él, en la vida sagrada de su Jesucristo. Y sólo así, desde
hoy mismo, hemos de empezar la vida eterna del nuevo reino de
Dios en la tierra y en el cielo también, como en La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del más allá, por el poder
sobrenatural de la oración en nuestras vidas del nombre del
Señor Jesucristo.
Porque la oración de fe, la que hayan hecho en sus corazones
y con sus labios, creyendo en los poderes sobrenaturales de
la misericordia y de la gracia de Dios y de su Jesucristo,
entonces vivirán por siempre en el nuevo reino de los cielos,
para servir a su Dios eterno, y sin jamás volverse alejar de
Él, para siempre. Es decir, que cada uno de sus hijos e hijas
de toda la tierra ha de entrar a vivir en el espíritu de la
nueva vida infinita, para orar, alabar, exaltar, honrar,
glorificar, santificar y muchas cosas más, sólo para alcanzar
nuevas glorias y honras infinitas del nombre sagrado de
nuestro Dios y Padre Celestial que está en los cielos.
Y es aquí, en donde has de vivir por siempre orando y
sirviéndole a tu Dios, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, como los ángeles lo han hecho a través de los siglos
y hasta nuestros días, para alcanzar glorias y santidades
infinitas, por el poder de la oración y de la alabanza a su
nombre santo. Pero esta vez, nosotros mismo (y no otros) le
serviremos a nuestro Dios en el poder de la oración y de la
alabanza celestial con mayor gloria y santidad que antes de
parte de Dios y de su Árbol de vida, el Señor Jesucristo,
viviendo en nuestras vidas de día a día y hasta por siempre,
en la nueva eternidad venidera. ¡Amén, que así sea para todos
los hijos e hijas de Dios, en toda la humanidad infinita, del
ayer y de siempre!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.
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